miércoles, 6 de noviembre de 2013

Otra vez el cuento: Un género literario que sigue siendo poco encasillable por Lahcen El kiri





   Tradicionalmente, se entiende por la denominación cuento, una narración breve, corta, de construcción dramática y presentando, al mismo tiempo, pocos personajes. Esta, no es más que una definición parcial del género cuentístico, la cual parte de algunos aspectos definitorios de éste. Si uno pretende hacer otra cosa  diferente, su tarea será destinada al fracaso porque corre el riesgo de caer en lo tautológico. Siendo el hecho de contar una particularidad humana, será imposible para cualquier tratadista  determinar el lugar donde nació el cuento. A pesar de esto, asistimos a divergentes opiniones de tantos tratadistas de diferente pertenecía civilizacional que reivindican tal nacimiento para su propia civilización. 

Toda manifestación literaria no se hace posible prescindiendo del instrumento mágico de la literatura: La lengua. De ahí, la única diferencia que se puede establecer entre dichas manifestaciones estriba en el cómo hacer uso de tal instrumento. El género cuentístico, en cuanto que manifestación literaria, establece su particularidad genérica, a partir de un especial uso de la lengua. La teoría de los géneros literarios venía esforzándose, a lo largo de la historia, para definir, determinar y delimitar las formas literarias. Su fin era la búsqueda de algunos aspectos y especificidades  propias a cada forma. Lamentablemente, siempre salía vencedor el hecho literario. Cada aproximación acertada, a cualquier género, nos obliga a conocer, a las claras, los rasgos y las características definitorias que hacen posible su especial particularidad. Si tomamos, por ejemplo, el caso de Juan Bosch en su famosa aseveración donde afirma que “Saber comenzar un cuento es tan importante como saber terminarlo. El cuentista serio estudia y practica sin descanso la entrada del cuento. Es en la primera frase donde está el hechizo de un buen cuento, ella determina el ritmo y la tensión de la pieza. Un cuento que comienza  bien casi siempre termina bien. El autor queda comprometido consigo mismo a mantener el nivel de su creación a la altura en que la inició. Hay una sola manera de empezar un cuento con acierto: Despertando de golpe el interés del lector” (véase su tratado que tiene por título: Apuntes sobre el arte de escribir cuentos); vemos que este último versa su interés sobre una de las especificidades  capitales para la interpretación del cuento: El buen comienzo. En nuestra calidad de estudiosos del género cuentístico y lectores de recopilaciones cuentísticas de la altura de “Los funerales de la Mamá grande” del escritor colombiano Gabriel García Márquez, vamos a someter esta aseveración crítica a un examen consciente  para atenernos a lo constante y variante en ella, tanteando las intenciones de su propio emisor, siempre en la medida de lo posible. 

Pero, antes que nada, podemos plantear con todo derecho, las siguientes preguntas: ¿Qué es lo que se entiende por “comienzo” en el cuento? ¿Por qué tiene todo este interés? ¿Quién es el cuentista serio? El buen comienzo ¿es la única especificidad  que se requiere para escribir un muy buen cuento? Los demás géneros, ¿no dan, acaso, importancia al comienzo a la manera del cuento? Más o menos, éstas son las preguntas que nos van a iluminar el camino, guiándonos y tejiendo, al mismo tiempo, la base de nuestra modesta reflexión.
    Basándonos en nuestra propia experiencia de interesados por el género cuentístico  y teniendo en cuenta lo que deja traslucir esta aseveración, podemos enunciar, desde el primer momento, que el comienzo en el cuento no constituye, en términos exactos, más que un ángulo en un triángulo. Es verdad que el crítico alude aquí al final, pero, desgraciadamente, ausenta o margina el punto culminante en toda construcción cuentística: La intriga. Es decir, estaríamos en presencia de una forma piramidal. Sólo se insiste en  la importancia del buen comienzo, lo cual garantiza el buen final. Según las palabras del crítico, el cuentista serio debe hacer lo posible, esforzándose, tocando, retocando, estudiando y practicando arduamente. Después, logra esta buena entrada. Es decir, las primeras líneas introductorias al mundo del cuento.


    El enigma, la magia, se encuentra ahí, en el principio del cuento donde, según siempre este crítico, se hace lo esencial. No hay nada fortuito, gratuito y tampoco añadido. A este respecto dice Julio Cortázar: “Un buen cuento es incisivo, mordiente, sin cuartel  desde las primeras frases…analicen su primera página, me sorprende que encontrarán en él elementos gratuitos, meramente decorativos”, véase su tratado que se títula: “Sobre el cuento”.
    En “Los funerales de la Mamá grande”, encontramos en la mayoría de sus cuentos constituyentes muy buenos comienzos. Así que el cuentista, en “La prodigiosa tarde de Baltazar”, pudo  captar exitosamente nuestro interés desde el principio con pocas palabras. Una jaula particular que hace la particularidad, al mismo tiempo, de su propio creador Bltazar.


    Además, en “Un día de estos”, rápidamente el autor nos sitúa de lleno en las coordinadas espacio - temporales con muy pocas líneas. Además, nos deja figurar la psicología del personaje y cómo se hace su rito profesional cada día. Más que eso, el comienzo determina el ritmo que va a seguir la narración después. Un buen cuentista es aquel que llega a atrapar la curiosidad del lector, le obliga a seguir o continuar la lectura del cuento, una vez comenzada. En el mismo sentido, dice Juan Bosch afirmando: “No importa que el cuento sea subjetivo u objetivo, que el estilo del autor sea deliberadamente  claro u oscuro, directo  o indirecto: El cuento debe comenzar interesando al lector. Una vez cogido en este interés, el lector está en manos del cuentista y este no debe soltarlo”. Véase el tratado del mismo autor arriba mencionado.
    Verdaderamente, sea como sea, uno no puede discutir la gran importancia del hecho de saber comenzar muy bien un cuento. Pero, claro está, si uno encierra la principal tarea del cuentista serio en esta dicha característica del género, de la que deriva el buen final, según el mismo crítico, vemos que margina gravemente otros aspectos de este género que pueden elevarse  a la altura del comienzo. Si tomamos por ejemplo, el final, destacamos que existen muchos cuentistas  que supieron bien comenzar su cuento pero se les ha quitado el debido interés  por no saber, bastante bien, mantener el ritmo hasta el punto final del cuento.
     Si suponemos, en el mismo orden de ideas, que  un tal cuento con un buen comienzo y un buen final olvidando la intriga, desgraciadamente, no nos interesará  al tanto como en el caso  de otro  en que se aúnan  estos tres aspectos para posibilitar su forma constructiva piramidal.
    Más allá de esto, un buen cuento que obedecería a dicha construcción piramidal y exactamente tiene un muy buen comienzo, no puede ser, forzosamente, buen cuento si margina, también, otros parámetros que definen la verdadera sustancia del género cuentístico: Los personajes, el efecto único, la extensión y la significatoriedad etc.
     En todas las formas literarias, los comienzos y los finales, y no solamente en el cuento, constituyen momentos decisivos en la operación o el proceso creativo; porque si el comienzo constituye lo primero que llama la atención del receptor provocando su interés y curiosidad, el final en sí mismo, claro está, será el sedimento que se deja en la mente de dicho receptor. Pero , si por ejemplo, el novelista  tiene la posibilidad de atrasar  un poco los mecanismos y su capacidad para captar el interés del lector, por la libertad que tiene, el cuentista no tiene por aliada dicha libertad, en absoluto: Todo es calculado y determinado. Si fracasa en captar dicho interés en las primeras líneas, no puede hacerlo en otra ocasión. Ese es uno de lo mucho  que nos posibilita  la diferenciación de la tarea del novelista y el cuentista.
      Insistiendo en la importancia que encierran el comienzo y el final en el género cuentístico, el crítico inglés Hilary Sedgwick nos cita una comparación muy particular entre el cuento y la hípica cuando dice: “El cuento es como la hípica; lo más importante que tiene es el comienzo y el final”.
      Desde la antigüedad, los investigadores en la teoría de los géneros literarios venían buscando - hasta hoy en día se sigue haciendo lo mismo - unas reglas y normas para poder canonizar el hecho literario. En contra, dicho hecho literario sigue, cada vez más, escapando  y transgrediendo tajantemente la norma, el canon. Nos toca aquí, a estas alturas de nuestra reflexión, preguntarnos como sigue: ¿Quién enriquece a quién? La literatura a la teoría o la teoría a la literatura?

      Concluyendo, podemos decir que el género cuentístico es un género literario relativamente moderno que está adquiriendo, cada vez más, tanta popularidad. Este género se escribe y se estudia partiendo de una multitud de características que hacen su particularidad. Ni el buen comienzo, ni el buen final y tampoco la significatoriedad por sí solas nos dan buenos cuentos; sino, más bien, éste es un fruto de una composición sabia de diversos aspectos y componentes que lo definen. La manera de manipular la lengua es diferente  en el cuento en comparación con los demás géneros. La historia de la literatura es una historia de permanente movimiento, desarrollo y evolución. Aquellos que pretenden llegar a unas reglas teóricas o críticas fijas para la interpretación de la literatura, en cuanto que arte, fracasarán irremediablemente. Si hay aspectos y características  determinadas que regulan el cuento ¿No pueden, acaso, ser aplicados a la poesía siendo “el amo del habla” dada la semejanza entre estos dichos géneros?
*Esta modesta reflexión va dirigida al magnífico Ahmed Ararou, mi ex profesor de “la literatura hispanoamericana” en la facultad de letras y humanidades - Universidad Mohammed V Agdal - Rabat, de cuyas clases surgieron las presentes ideas.



                                      Elaborado por: Lahcen El kiri*


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