Con los bombardeos a Siria y Afganistan, la nueva administracion norteamericana quiere colocar al planeta de rehén de su política hegemonica, mientras en lo interno intenta solventar el descredito por una política a todas luces errática y demencial
Ricardo Arenales
En un poco más de una semana, mientras el mundo católico se disponía a recogerse en sus templos de oración con motivo de la semana santa, la comunidad internacional fue estremecida por una demencial escalada de guerra por parte de la administración norteamericana, expresada en el bombardeo a una instalación militar en Siria, la primera de esta naturaleza que hacen los Estados Unidos desde que comenzó el conflicto interno en ese país; posteriormente bombardeó una región de dominio rebelde en Afganistán, y casi de manera simultánea desplegó nuevos arsenales de guerra sobre las costas de Corea del Norte.
El señor Donald Trump, con su estrategia de guerra, se ha llevado por delante todos los principios y normas del derecho internacional. El despliegue bélico lo hizo sin consultar con el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. Tampoco lo hizo con la mayoría de sus socios de la Organización del Tratado Atlántico Norte, OTAN. Y ni siquiera se tomó la molestia de consultar con el congreso de los Estados Unidos, como lo ordena de una manera clara la constitución de ese país.
Pero además, como ha sido la tradición norteamericana en lo referente a las guerras de agresión, ha acudido a un expediente mentiroso para justificar su actitud prepotente. En el caso de Siria, tomó como pretexto el bombardeo que las fuerzas de seguridad de ese país hicieron contra una posición rebelde del Estado Islámico, donde se encontraba un depósito de gas sarín, que se esparció por el entorno, causando una elevada cifra de muertos, heridos y damnificados por la aspersión del gas.
Por su cuenta y riesgo
Trump declaró que el gobierno sirio había bombardeado y arrojado gas sarín sobre la población civil, violando normas del derecho internacional. No mencionó el mandatario norteamericano que a instancias de las Naciones Unidas y con representantes de las principales potencias occidentales, aun de los sectores de oposición al gobierno de Bashar al Asad, ese país desmanteló su programa de armas químicas.
Fuentes de inteligencia cercanas al Pentágono norteamericano, han revelado que la Casa Blanca venía preparando un bombardeo contra Siria, aún antes de que se conociera el episodio del gas sarín. Este fue apenas un pretexto para desencadenar el acto agresivo. Fue una ocasión que le vino como anillo al dedo para “hacer una demostración de fuerza”, que le permitiría recuperar credibilidad interna frente a una desastrosa política que al señor Trump le restó respaldo, tanto en las todas demócratas como republicanas.
No había trascurrido una semana después del episodio bélico de Siria, cuando tropas élite del ejército norteamericano descargaron la mayor de las bombas no nucleares que tiene este país, sobre un enclave de túneles, que la inteligencia militar de Estados Unidos atribuye al Estado islámico.
Los túneles de Washington:
Por cierto, el enjambre de túneles ahora destruido por la aviación norteamericana, había sido construido antes, con jugosos recursos financieros norteamericanos, entregados a los grupos terroristas islámicos, con Daesh a la cabeza, cuando estos eran funcionales a sus planes contra la Unión Soviética y contra los gobiernos progresistas del Oriente Medio.
La escalada militarista de Washington no se detiene ahí. Ha trasladado armamento nuclear en torno a las costas del Mar de Corea, en un empeño por amedrentar al gobierno de Corea del Norte, que de manera soberana adelanta su propio programa nuclear defensivo. En la misma semana, Washington puso a prueba ensayos con cohetes nucleares de su propio arsenal. El mensaje que envía al mundo la administración Trump, es que solo tienen derecho a poseer armas nucleares las grandes potencias occidentales, aliadas del Pentágono norteamericano.
Suenan vientos de guerra por el mundo entero. La aventura bélica norteamericana sobre Siria ha creado fracturas difíciles de superar en las relaciones con Rusia. Los grupos terroristas sirios, envalentonados con el apoyo norteamericano, han incrementado sus acciones contra la población civil en ese país. Los aliados de Washington en el Medio Oriente, amenazan a Irán. Israel se envalentona y endurece sus posiciones contra el pueblo palestino. Yemen ha sido objeto de criminales bombardeos por parte de la aviación norteamericana y sus aliados, imponiendo una enorme cuota de sangre a ese pueblo mártir. Es el panorama generalizado a menos de 100 días de la administración del loco e irracional de Trump.
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